“Ladran, luego cabalgamos”: A propósito del descubrimiento de un nuevo infiltrado policial

Ladran, luego cabalgamos”: A propósito del descubrimiento de un nuevo infiltrado policial

En estos días de revuelo ante el descubrimiento del nuevo infiltrado policial, desde cultura de la seguridad, por alusiones también, queremos lanzar unas reflexiones.

La culpa no lleva a ningún lado

Primero de todo, mandar un caluroso saludo a las personas que han tenido que lidiar de cerca con esta situación. Sabemos lo que significa entregar nuestra confianza, tiempo, acompañamiento, cariño y cuerpo a los nuestros y lo que supone cuando somos traicionados e instrumentalizados. Máxime si se trata de un caso como este, en el que además algunas compañeras se han visto envueltas en relaciones más íntimas con este sujeto.

Pero de nada sirve fustigarnos ahora que ya lo sabemos, cuando de repente aparecen comentarios e ideas que, a toro pasado salen rápidamente, pero que son poco visibles cuando está ocurriendo la infiltración. Tenemos que tener en cuenta que estas labores forman parte de tácticas policiales y estatales con muchos años de recorrido y experiencia que, en la mayoría de casos, nos van a superar. Ya sea por los medios empleados, por las intenciones que lleva al Estado a infiltrar a alguien, porque somos un blanco visible, porque están entrenados para ello y porque somos humanos y no podemos siempre detectarlo con facilidad. Contamos con que esto es algo recurrente y permanente, que han sido, estarán siendo y serán más las infiltraciones que tengamos y que, hasta que salta la liebre (en los casos en los que ocurre), es complicado de averiguar. De eso se trata y en eso se emplean a fondo, no obstante, ellos también tienen fallos y bajadas de guardia que nos permiten tirar del hilo de algún detalle que, por desapercibido que nos parezca, pueda dar lugar a descubrir a alguien. Lo que se puede hacer ahora es aprender de los errores cometidos, analizar el recorrido de esta persona junto a nosotros y ver en qué nos puede afectar en el futuro. Y al mismo tiempo, tener en consideración la labor de investigación que se ha hecho, la sensibilidad que se ha tenido a la hora de detectar comportamientos sospechosos y la rápida difusión de la información para evitar daños mayores. Sin olvidar el conjunto de herramientas represivas que el estado dispone, siendo la infiltración, solo, una más y seguramente menos habitual en comparación a otras.

Asumamos responsabilidades, adquiramos buenas prácticas

Pero a pesar de que todo esto busque el fustigamiento, el sentimiento de culpa y la desconfianza, si que es cierto que en nuestra mano está el seguir implementando una cultura de la seguridad que salvaguarde nuestros espacios de lucha y a las personas que lo conforman. Esto pasa por muchos ejes, algunos de los cuales se han expuesto en estos ciclos de charlas que se hicieron desde este proyecto, haciéndo especial hincapié en la labor policial y las formas de represión y destacando la figura de los infiltrados y delatores como una táctica más empleada.

Nuestra es la responsabilidad de crear espacios seguros y confiables en los que no sea tan sencillo permear a ciertos niveles, pero también asumiendo que muchos de esos espacios y las personas que lo conforman son públicos y visibles y que se prestan a actuar desde ahí para que sea más fácil encontrar personas que quieran sumarse a las luchas. Sin pretender caer en una dicotomía absurda sobre “lo público y lo clandestino”, el sentido común será el que nos lleve a actuar de una forma u otra según la circunstancia.

Pero no sólo es desde la infiltración desde donde consiguen recabar toda la información que tienen sobre nosotros. Esta puede ser la más morbosa y la que más daños personales puede tener, por la implicación que conlleva entre el infiltrado y los investigados.

Las redes sociales y la información que facilitamos en ellas, junto con nuestros teléfonos móviles, son otras bases de datos interesantes a la hora de generar información y crear perfiles. Sin apenas esfuerzo ya que las tenemos de forma voluntaria y compartimos esa información con muchas personas que no conocemos. Es muy sencillo tener un perfil falso, seguir cuentas y recabar información de la misma manera que, por ejemplo, a través de los grupos de Telegram o Whatsapp de difusión, en los que hay cientos de personas que no conocemos.

Precaución vs paranoia

Además de la búsqueda de información, la infiltración busca crear paranoia e inseguridad entre las personas. Es también una táctica psicológica que puede minar la confianza de la gente si nos dejamos llevar por la obsesión de querer tener todo controlado, sobretodo a raíz del descubrimiento de un infiltrado, que es cuando se produce un subidón, pero que con el tiempo vamos relajando y haciendo que todo vuelva a su cauce. Un cauce, natural por un lado, que no peque ni de inocencia ni de paranoia. Como decíamos antes, el sentido común podrá determinar hasta qué punto debemos confiar, con quién, qué información damos, cómo nos relacionamos, etc.

Por lo tanto, tener una actitud precavida, querer saber de dónde sale la gente que se suma a una lucha, conocernos bien e ir progresivamente generando confianza, no tiene porqué significar caer en la desconfianza, empezar a cuestionar a todos, encerrarnos, replegarnos o actuar raro.

Tampoco debemos de caer en pensar que esto no tiene sentido que ocurra en un momento social y político como el que nos encontramos, ya que sabemos que no hay algo especialmente “jugoso” en cuanto a luchas se refiere, pues esta labor policial también cumple el objetivo de mantener un constante control de la situación para seguir elaborando perfiles, gestionando información y estando totalmente integrados en caso de que la situación cambie, estalle o se modifique relativamente rápido, evitando generar sospechas en ese caso por las prisas.

Más allá del victimismo

Más que pedirle al estado transparencia a la hora de querer infiltrar a alguien (que obviamente no van a colaborar) o de llevarnos las manos a la cabeza cuando descubramos casos como estos, deberíamos asumir que es algo que nos puede ocurrir en cualquier momento.

Nos exponemos, nos enfrentamos al Estado, nos organizamos, tensamos, lanzamos discursos, los intentamos poner en práctica, molestamos, estorbamos, entorpecemos y desafiamos. De poco sirve tratar de “democratizar” una justicia regida por ellos mismos ni unos cuerpos represivos hechos por y para ellos. La legalidad sirve para dotar de un orden determinado y proceder a la represión, que la reglamenta y da forma: la legislación se adapta a los nuevos tiempos y es dentro del estado de derecho donde se ejerce. Aspirar a una fórmulas de espionaje más ético o mejor reglamentado, implica necesariamente considerar que la maquinaria represiva puede ser reformada a mejor, implicando un reforzamiento del estado como si este pudiera servir a intereses distintos a los de la clase dirigente y sus representantes. La democracia y el estado son esto y no otra cosa.

Postularnos ante la represión, como activistas inocentes, que sufren una oscura persecución por parte del estado, que jamás romperíamos los márgenes de la protesta consentida o que no viéramos legítimo luchar con todos los medios a nuestra alcance, expone a aquellos compañeros y compañeras que si deciden luchar sin importarles consideraciones ajenas, como lo “legal” o “ilegal”. Respaldar las prácticas de lucha que el estado intenta socavar, aquellas que amenazan la tranquilidad y la normalidad del orden de los ricos, aquellas luchas que superan los márgenes tolerables por el sistema, es también una forma de cerrar filas ante la represión y respaldar a nuestras amigas y compañeras golpeadas.

Esquivando una primera reacción mediada por las primeras emociones al flor de piel, comprensible al calor de los acontecimientos, nos preguntamos si quizás pueda ser más efectivo es formarnos, poner en común estas cuestiones, apostar por esta cultura de la seguridad de la que hablábamos en las charlas, seguir sumando aportes desde donde se quiera y tratar de tener relaciones más profundas y menos superficiales que propician escenas como estas. Alejarnos de formas de militancia frenéticas, sin tiempo para la autocrítica y la reflexión y de la típica figura del compañero que acude a todo y a nada al mismo tiempo, acumulando información sin ningún objetivo. Creando espacios menos fáciles, más conscientes, abiertos o cerrados, públicos o secretos pero con implicación, sin mantras fáciles de reproducir, sin curioseo, morbo o fetiches. Creando comunidades de lucha reales, no mediadas por la estética y el ocio alternativo como principal forma de socialización. Y todo esto sirve tanto para cuestiones de seguridad como para evitar también una instrumentalización de nuestras luchas, haciéndolas menos recuperables si tenemos claro qué hacemos, a dónde vamos, con quién y cómo lo hacemos.

Poner en común con personas de confianza cualquier detalle que nos haya generado duda en algún momento, es una forma también de no emparanoiarnos solos, pues al final se piensa mejor con más cabezas centradas en un mismo asunto y puede llegar a esclarecer el asunto. Desde la calma y la serenidad sin entrar en pánico y sospechando sistemáticamente por norma, pudiendo contribuir al aislamiento que la represión busca generar. Normalizar estas pautas, es también cultura de la seguridad.

No tratar de enterarnos de todo, alejarnos de actitudes curiosas y de fanfarroneo delante de la gente. A nadie le importa lo que has hecho, sólo a la policía. La información más segura, es la que no se tiene. Es necesario cultivar una cultura del anonimato. No hace falta saber quién hace qué. No hace falta saber de dónde salen algunas convocatorias, ni quién está detrás. Entendemos que estamos hablando de contextos donde la militancia política tiene una importante parte “pública” y “visible”, pero eso no significa que no debamos desarrollar aspectos de la lucha en campos de mayor confianza, en secreto y en el anonimato.


Esperamos haber sido útiles aportando la información que hemos creído necesaria. Se puede seguir consultando todo en la web
www.culturadelaseguridad.noblogs.org

Seguiremos sumando al debate desde donde sea para seguir construyendo entre todos esta cultura de la seguridad de la que hablamos, sin que cunda el pánico y sin que paralice ninguna lucha. La idea era ser breves y lanzar un breve mensaje al debate y al momento actual pero sin repetirnos, pues todo lo que podamos exponer aquí y ahora sobre este tema, lo hemos abordado en las charlas. Próximamente se publicará precisamente el guión de la charla “reconoce al enemigo: la policía” donde se hablaba de esto, entre otras cuestiones.

A todos los infiltrados que han pasado, están y seguirán pasando por nuestros espacios a lo largo de los años y a los cuerpos represivos en su más amplia definición. Gracias por hacer que os odiemos cada día un poco más. Esperamos que no durmáis tranquilos.